viernes, 20 de agosto de 2021

XIII domingo despues despues de Pentecostés



XIII Domingo después de Pentecostés
II clase, verde
Gloria, Credo y prefacio de la Trinidad

La Iglesia sigue leyendo los libros Sapienciales, entre ellos el libro del Eclesiastés, el cual se abre con esta gran sentencia: "Vanidad de vanidades, y todo es vanidad... he visto todas las cosas que se hacen bajo el sol, y todas ellas son vanidad y aflicción de espíritu; los perversos difícilmente se enmiendan, y es infinito el número de necios". (1er. Nocturno). Pues si esto lo dijo Salomón antes de la ley de gracia y de las luces sobrenaturales tan claras traídas de lo alto por Jesucristo, ¿qué no debiéramos pensar los cristianos de la vacuidad de los goces, de las riquezas y dignidades de este mísero mundo, porque los hombres tanto se perecen? Nosotros, los cristianos, debemos escalar cimas aún más elevadas que el mismo rey Salomón, nos dice S. Juan Crisóstomo (2º Nocturno): nuestra vida debe andar regulada por esas virtudes celestiales que nada tienen de corpóreo, y que son todo inteligencia, o sea, por las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, virtudes que pedimos en la colecta, para que mediante ellas, "no amemos sino aquello que Dios nos manda amar". (Oración)
Hoy se lee la Epístola, que tiene por argumento la fe en Jesucristo, fe que obra a impulsos de la caridad, y que hace cifremos nuestra esperanza en el Salvador, como lo hizo el mismo Abrahán y todos los Patriarcas del Antiguo Testamento. Esa fe activa y confiada hace que las almas cubiertas por la lepra del pecado queden de ella limpias, como lo quedaron los diez leprosos de que el Evangelio nos habla, y sobre todo de aquel samaritano que volvió a dar gracias a Jesús por su curación. La fe salva también las almas. Ella es "el principio y raíz de nuestra justificación " enseña el Santo Concilio Tridentino.
También nos enseña esta página evangélica cómo, si bien es cierto que no tenemos más que un Maestro, y éste es Cristo, con todo eso, hemos de sometemos a las enseñanzas y a las leyes de los substitutos que Él ha puesto en la tierra, o sea, a la Iglesia, que es la encargada de curar y de distinguir lepra de lepra en el sacramento admirable de la Penitencia.
Lo que ella perdona, perdonado queda, lo que ella manda, refrendado va por el mismo Dios; el que a ella escucha, a Dios escucha, y el que la desprecia, a Dios mismo desprecia. Tal es la suave y natural economía, tan sabia como humana, que Dios ha tenido a bien establecer. Quiso gobernar a los hombres por medio de hombres. También pondera S. Agustín (Maitines) el desagradecimiento de los leprosos curados, pues que tan sólo uno de ellos fue para volver y dar gracias a su insigne médico, y éste nota el Evangelio que era Samaritano, o sea, de una raza inferior a la judía, descendiente de Abrahán y heredera de sus promesas. Por donde se ve que los verdaderos hijos de Abrahán no son aquellos que vienen de él por descendencia carnal, sino aquellos que participan de la fe viva del Padre de los Creyentes. "Los demás, hinchados con el orgullo, creían rebajarse si devolvían gracias a su Bienhechor.  Con todo eso, los judíos volverán algún día al redil, único aprisco de salvación, al "pequeño rebañito" de Jesús, decepcionados por el Anticristo. Su exclusión de la Iglesia no es irrevocable. Pidamos la pronta conversión de ese pobre pueblo cantando con el Introito y el Gradual: "Mira, Señor, tu pacto y no abandones hasta el fin las almas de tus pobres..." En cambio nosotros, hijos de gentiles, decimos a Jesús que en Él ciframos toda nuestra esperanza (Ofertorio), porque Él se ha declarado nuestro refugio de generación en generación (Aleluya), y porque nos alimenta con un Pan del cielo, harto más regalado que el maná llovido a los hebreos durante 40 años en el desierto (Comunión).
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Las virtudes que deben informar toda la vida  del cristiano, las que han de dirigirle, sostenerle y animarle en todos sus actos, no son otras que las virtudes teologales, cuyo aumento pedimos hoy en la Colecta de la santa Misa.  La fe es tan necesaria, que sin ella, como enseña San Pablo, no es posible agradar a Dios. De la esperanza está escrito en los Libros Santos, que es bienaventurado quien no ha decaído de ella y no la ha abandonado. Finalmente, nos asegura el Apóstol que sin la caridad nada somos delante de Dios.
En Abraham, de quien hace mención la Epístola, podemos ver reunidas las virtudes teologales. El creyó cuanto Dios le dijo aún cuando parecía imposible su realización; además, vivió, dice San Pablo, en la tierra que se le había prometido, como en tierra extraña, habitando en tiendas o cabañas, porque tenía puesta la mira y toda su “esperanza" en aquella ciudad de sólidos fundamentos, la celestial Jerusalén, cuyo fundador y arquitecto es el mismo Dios; y amó a Dios con todo su corazón estando dispuesto a sacrificar su propio hijo antes que desagradarle.
El Evangelio nos demuestra cuánto place al Señor que seamos agradecidos a sus favores. Y si debemos agradecerle  todos los beneficios, muy especialmente el haber infundido en nuestra alma la fe, esperanza y la caridad.

INTROITO Salmo 73, 19-23.1
Respice, Dómine, in testaméntum tuum, et ánimas páuperum tuórum ne derelínquas in finem: exsúrge, Dómine, et júdica causum tuam, et ne obliviscáris voces quæréntium te. V/.  Ut quid, Deus, repulísti in finem: irátus est furor super oves páscuæ tuæ? V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén
Acuérdate, Señor, de tu pacto y no olvides por siempre la vida de tus pobres. Levántate, Señor, y defiende tu causa, no olvides las voces de los que te buscan. V/. ¡Oh Dios!, ¿por qué nos has desechado para siempre, y se ha enojado tu furor contra las ovejas que apacientas? V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén.

COLECTA
Las virtudes teologales son las que nos elevan por encima de nosotros y convierten nuestra vida en una respuesta amante y genero­sa a los dones que nos otorga Dios.
Omnípotens, sempitérne Deus, da nobis fidei, spei, et caritátis augméntum: et, ut mereámur ássequi quod promíttis, fac nos amáre quod prǽcipis. Per Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.

Oh Dios todopoderoso y eterno!, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; y para que merezcamos conseguir los bienes que nos prometes, haznos amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

EPÍSTOLA Gálatas 3, 16-22
Todo es gratuito en la salvación que nos ofrece Dios: la promesa, su realización en Cristo, su aplicación a cada uno de nosotros. Se requiere, en verdad, la observancia de la Ley; pero no es ella la que nos salva.
Lectio Epístolæ beati Pauli Apóstoli ad Gálatas.
Fratres: Abrahæ dictæ sunt promissiónes, et sémini ejus. Non dicit: «et semínibus,» quasi in multis, sed quasi in uno: Et sémini tuo, qui est Christus. Hoc autem dico: testaméntum confirmátum a Deo, quæ post quadringéntos et trigínta annos facta est lex, non írritam facit ad evacuándam promissiónem. Nam si ex lege hereditas, iam non ex promissióne. Abrahæ autem per repromissiónem donavit Deus. Quid igitur lex? Propter transgressiones posita est donec veniret semen, cui promiserat ordináta per Angelos in manu mediatoris. Mediator autem unius non est: Deus autem unus est. Lex ergo adversus promissa Dei? Absit! Si enim data esset lex, quæ posset vivificáre, vere ex lege esset iustitia. Sed conclusit Scriptura ómnia sub peccato, ut promíssio ex fide Iesu Christi darétur credéntibus.

Lección de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas

Hermanos: Las promesas se le hicieron a Abrahán y a su descendencia (no dice «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino y a tu descendencia, que es Cristo). Lo que digo es esto: un testamento debidamente otorgado por Dios no pudo invalidarlo la ley, que apareció cuatrocientos treinta años más tarde, de modo que anulara la promesa; pues, si la herencia viniera en virtud de la ley, ya no dependería de la promesa; y es un hecho que a Abrahán Dios le otorgó su gracia en virtud de la promesa. Entonces, ¿qué decir de la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones, hasta que llegara el descendiente a quien se había hecho la promesa, y fue promulgada por ángeles a través de un mediador; además, el mediador no lo es de uno solo, mientras que Dios es uno solo. Entonces, ¿va la ley contra las promesas de Dios? Ni mucho menos. Pues si se hubiera otorgado una ley capaz de dar vida, la justicia dependería realmente de la ley. Pero no, la Escritura lo encerró todo bajo el pecado, para que la promesa se otorgara por la fe en Jesucristo a los que creen.

GRADUAL Salmo 73,20.19.22
Respice, Dómine, in testaméntum tuum, et ánimas páuperum tuórum ne obliviscáris in finem: V/.  Exsúrge, Dómine, et júdica causum tuam: memor esto oppróbrii servórum tuórum.
Recuerda, Señor, tu alianza y no olvides para siempre las vidas de tus pobres. V/.  Levántate Señor, y defiende tu causa: acuérdate del ultraje que se ha hecho a tus siervos.

ALELUYA Salmo 89, 1
Alleluia, alleluia. V/. Dómine, refúgium factus es nobis a generatióne, et progénie. Alleluia.
Aleluya, aleluya. V/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Aleluya.

EVANGELIO Lucas 17, 11-19
De los diez leprosos, uno solo tuvo fe en Cristo, y ésta le salvo. La curación de la lepra es imagen de la del pecado.
Sequentia sancti Evangelii secundum Lucam.
In illo tempore: Dum iret Jesus in Jerúsalem, transíbat per médiam Samaríam et Galilǽam. Et cum ingrederétur quoddam castéllum occurrérunt ei decem viri leprósi, qui stetérunt a longe; et levavérunt vocem dicéntes: «Jesu, præcéptor, miserére nostri.» Quos ut vidit, dixit: «Ite, osténdite vos sacerdótibus.» Et factum est, dum irent, mundáti sunt. Unus autem ex illis, ut vidit quia mundátus est, regréssus est cum magna voce magníficans Deum, et cécidit in fáciem ante pedes eius, grátias agens: et hic erat Samaritánus. Respóndens autem Jesus, dixit: «Nonne decem mundáti sunt? et novem ubi sunt? Non est invéntus qui redíret, et daret glóriam Deo, nisi hic alienígena?» Et ait illi: «Surge, vade, quia fides tua te salvum fecit.»

Continuación del Santo Evangelio según San Lucas

En aquel tiempo: Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 30, 15-16
In te sperávi, Dómine; dixi: Tu es Deus meus, in mánibus tuis témpora mea.
En ti, Señor, he puesto mi esperanza; dije: Mi Dios eres tú, en tus manos están mis días.

SECRETA
Propitáre Dómine, pópulo tuo, propitiáre munéribus: ut hac oblatióne placátus, et indulgéntiam nobis tríbuas, et postuláta concédas. Per Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus,
Mira, Señor, propicio a tu pueblo y acepta sus dones; para que, aplacado con esta oblación, nos concedas el perdón y cuanto te pedimos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant clamáre quotídie, una voce dicéntes:
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz.

COMUNIÓN Sabiduría 16, 20
Panem de cælo dedísti nobis, Dómine, habéntem omne delectaméntum, et omnem sapórem suavitátis.
Nos diste, Señor, pan del cielo, que encierra en sí todo deleite y todo sabor de suavidad.

POSCOMUNIÓN
Sumptis, Dómine, cæléstibus sacraméntis: ad redemptiónis ætérnæ, quǽsumus, proficiámus augméntum. Per Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.
Recibidos, Señor, los sacramentos celestiales, sír­vannos de auxilio para adelantar en el camino de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.


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